viernes, 19 de julio de 2019

Nota al azar

Costaba arrancar. Siempre el comenzar de nuevo le originaba un cosquilleo de márgenes abandonados a la deriva. Igual juntó fuerzas y decidió que esta vez las cosas iban a cambiar. Seria ella quien manejara los hilos y no los otros. Ya el tiempo de ser la cabeza rapada en el crudo invierno de la Siberia no entraba en esa nueva etapa. Que ironía- pensó y la panza le hacía ruidos.
Estas parada en el año 6 de tu vida, le dijo una amiga. Vas a tirar todo por la borda. Eso espero. Ponete algo azul, ese color te va a proteger. Y sino hacete una x en la nuca para que no te veas desbordada por el cumulo de negatividades externas.
No era mala idea- pensó mientras iba caminando sin rumbo fijo con la vista solo adhiriéndose a cuanto color se cruzara en el camino. Era el comienzo de sus vacaciones en la city. Las calles estaban cubiertas de insomnes cuerpos. Demasiadas lenguas chocando contra la humedad de Buenos Aires. Ver un cartel repetido en sucesivos bares exponiendo la frase clara y contundente “el baño solo para clientes”. Esa perspectiva mezquina le provocaba enfado, y ¿el que no tenia para tomarse un café y no aguantaba llegar a su casa para ir al baño?.
Le gustaba el desorden de matices entrando dentro de su ser, y así solía vestirse. Como si los arcanos sin ropajes impuestos se manifestaran de la manera más libre en cada longitud, arriba y abajo, viviendo en ella.
Tocó el aro de cristales que atravesaba su oreja. Uno solo, enredando el pelo largo. El rojo era su amuleto predilecto, no podía negarlo, era más fuerte que ella esa adicción. Quizás fuera la única lucidez que la alejaba de las pesadillas. Un vigía inyectando esa fuerza abrumadora. En varias ocasiones personas al verla toda de rojo mostraban cierta incomodidad desesperada. Si por ellos fuera le regalarían ropa configurada al estereotipo convencional. Cómo explicarles que su ropa interior también era roja. Salvo por la turmalina negra que rozaba su piel o la pirita que llevaba colgando a la vista de nadie.